«Escogí la mesa, por su posición esencial en la pieza central de mi casa, cuyos ángulos pueden abrirse de par en par para dar libre carrera a mi espíritu andariego; de entreabrirse para balancearme quedamente en el columpio y saltar de repente al vertiginoso abismo agorofóbico; de cerrarse con los cerrojos echados y los goznes bien aceitados; de sentirme a gusto calzando pantuflas de mullido confort casero. Así me lo paso de maravilla en maravilla al percibir tantos espacios. Y de sorpresa en sorpresa al constatar lo rápido que pasó el tiempo.